¿Hasta qué punto considera que lo rítmico condiciona la parte melódica en la composición o viceversa?
Creo que el sonido que nace con intenciones de ser música está influenciado por todo lo que lo rodea en el instante en que nace, el clima, el ambiente, la acústica del espacio, el ánimo y el imaginario del que toca. Ninguna parte está naturalmente condicionada por la otra, pero sí siento que es una consecuencia, es una charla, un pasaje rítmico puede despertar una melodía o al revés, lo que creo importante a la hora de componer es dejar el ego de lado y ponerse a disposición de la música que siempre encuentra la manera de hacerse realidad.
¿Cuánto cree que se modificó su estilo o sonido a partir de tocar con otros?¿Cómo fueron esos cambios?
Siento que tengo una manera muy visceral de responder a los estímulos externos, de a poco va madurando mi confianza en ese impulso y obviamente el instinto se alimenta de lo que proponen los músicos con los que toco. Puedo tocar con Mapa de Bits canciones que rozan el punk y con La venganza de Cheetara melodías súper introspectivas sin entrar en conflicto, confío en la estética de las personas con las que toco y trato de aportar mi voz en cada caso.
¿Cuál es su relación con el ruido en la composición? ¿Cómo trabaja con él cuando se presenta?
La mínima interferencia de los equipos me irrita muchísimo, saca a la mente del trance en el que puede estar. Por otro lado está el “ruido” que uno busca intencionalmente, el ruido con el cual generas texturas más abstractas, a ese ruido si trato de disfrutarlo y encontrarle sentido.
¿Qué tipo de sonido, ya sea por el modo de tocar o instrumentos o equipos que utiliza busca?
Lo que busco muchas veces es darle más cuerpo al sonido que armo con la guitarra, los sonidos que quedan resonando me gustan mucho y con cualquier pasaje que toco trato de que haya un bajo sosteniendo la melodía constantemente. Un sonido propio no considero tener, pero sí una manera particular de tocar la guitarra, dentro de las limitaciones que tengo naturalmente.