Apostillas del recital de Silverio (o el monsutro) en Morocco

Abrieron MDML vs Imaginación tipo 2 de la mañana, después del ablandamiento housero que propusieron las mezclas de Parodi, para esa hora el lugar estaba bastante puesto. La ansiedad era todo y teníamos por sobre todo el oído relajado.
La propuesta de MDML vs Imaginación, todo lo contrario. Hacen del glitch un principio constructivo que se balancea entre lo armonioso y lo roto. Sobre las bases perfectas y saturadas (MDML) se proyectan los colchones ambientales o rítmicos de sonido cálido, analógico de Imaginación.
Con los pibes apostamos a que iban a decir que “sonaban mal” y dicho y hecho, alguien dijo: “suenan para el culo.” “toquen una acústica”. Nos reímos y gritamos. Manzano, metele más ruido”, porque así como sabíamos que iban a gritar eso sabíamos que se iban a acostumbrar. ¿Qué maravilla el oído, no? Porque si bien estaba lleno de “chetos insensibles” o lo que llamamos “La Buenos Aires Snob” entre el público, se terminaron convenciendo de la idea sonora del dúo. Incluso hubo unos, quizás los más guachines, los más desprejuiciados y con menos información en la cabeza que se animaron a bailar en los pasajes más acelerados.
Y cuando las cajas parecen que se rompen, cuando parecen que no dan más, ahí se termina la historia y aplausos.

Silverio ha declarado muchas veces que es más importante el público que la música. Pero en esta maniobra, corre su talento y deja entrever otra cosa, el lugar donde se siente cómodo el personaje. Y mostrando esas cartas de juego, lejos de pretender un atisbo de solemnidad “la cosa” empezó áspera.
3 de la madrugada subió de plateado al escenario de un Morocco desbordado (esa mítica cuna de degeneraciones y doble moral), y antes que sonara alguna nota nos dio uno de los mejores escupitajos que hayamos visto/sentido en los últimos años, bien de cancha, de alambrado, espeso. Luego bastó un tema para que quedara empapado y algunos más para quedar en sunga y con la mitad del culo afuera. ¿Qué carajo es esto? Silverio puro. Para ese entonces había despertado en el “público” su peor cara: la de sentirse parte del show; incluso hasta la de sentirse con derecho a chuparle el culo: literal.
En un tiempo de tanto acostumbramiento y en el que sentimos que vimos todo (y más en la Buenos Aires Snob) Silverio hace de la dialéctica de la provocación un área donde la performance errática y viciada de palabra componen un área de violencia permitida “¿Así me van a drogar?” “¿Lo peor de ustedes argentinos, es que se parecen a los mexicanos!”
¿Y la música? Precisión y volumen. Pericia técnica para, a pesar del paso de los tragos, la noche y el cansancio, entrar con exactitud con cada sampler. Porque eso que justamente quiere tapar chorreando cerveza, robando celulares o trenzándose con el público es un poco su maestría para golpearnos con un género que hace culto de la precisión: la electrónica. A veces de corte punk, degenerada, sobradora, reguetonera o surf, pero electrónica, esa de las cavernas: nasales.