Se fue Ignacio. Alguien que fue muchos y, según la época en la que nos hallamos relacionado con él, revelaba alguna parte de sus intereses de ese momento. Así podía pasar que te encontraras a Dj Ignat, ese que animó divertidas fiestas sobre Gaona, eventos de comics, o el que tan sólo pasaba música en bares. Alguna noche si tocaba Ignat el espíritu rever se hacía presente y el new beat quemaba cuando en el oeste eso nunca sonó. En cambio, si tocaba durante la tarde pasaba elegante synth pop hasta conectar con el jolgorio del ítalo disco. Amablemente, si no conocías un track, te lo decía y nacía una charla amena.
Nada de esconder. Conocer- desconocer ese era el punto.
Divulgó muchísima música–para nosotros- desconocida. Y esa fue una insistencia que ejercitó hasta el final en sus redes de comunicación, porque amaba la música y forjó verdaderos lazos de amistad con quienes lo siguieron en esa dirección.
Y era seductor seguirlo porque tenía una lectura original – estética y política- que iba más allá de la música, donde era capaz de relacionar la diáspora de la electrónica en europea a los ritmos rastreados en medio oriente en clave geopolítica. Escuela belga, rusa, francesa. etc… Y también leer bien ciertos virajes ideológicos producto del ruido mediático y el socavamiento en la pérdida de derechos de la ciudadanía ante estados naciones débiles.
Supo ser además un técnico caprichoso, cultor de la secuenciación midi y la síntesis casera. Quienes lo hayan visto en vivo con alguno de sus proyectos recordaran los sinetizadores fabricados por él mismo e incluso la línea de producción artesanal de los sintes Knoba, que seguro, más de unx tenemxs.
Más allá de ello, Ignacio continuamente andaba curioseando alguna máquina, algún plano nuevo, comprando algún componente, o tan solo grabando para dar el siguiente golpe creativo.
Y esas creaciones estaban enmascaradas y delineadas según lo que le pintara hacer, porque no seguía ninguna moda y su mejor crítica era hacer lo que mejor sabía hacer. De ese modo, fue una referencia en el 8bit con Neotericz, y después podía hacer tecno duro Front 4 V, o juguetear con la discursividad política en clave new beat con Euro Boy. O bien, podía tocar en vivo con siendo Orhan Mersn (en Yunta fina dio un concierto con sus sintes enchufados a través de una mixer directo al equipo de bajo y nos rompió la cabeza). O también podía ser 01B, ser RastrerE, o dirigir su propio sello como Discos de Sonido, en definitiva, hacer lo que quisiera, porque estaba sobrado de talento.
Lejos del encuentro, durante el último año y medio mantuvimos una comunicación fluida, trabajando en algún que otro proyecto. Quedó pendiente la visita en la calle Hornos en Lomas de francfort, La Matanza. Será otra vuelta.
Hasta siempre Ignacio.
Por Diazckovic’