Lo primero fue ni idea

Había llegado un artículo académico sobre funky y la noche carioca para traducir. Lo había escrito una chica de Río para una publicación universitaria. No me tocaba traducirlo pero lo leí porque sí, en realidad, porque leer era mejor que trabajar.

Se traducía y también se daban clases de español para extranjeros. Yo alternaba los trabajos.

El artículo además de mostrar la cultura juvenil y la noche de muchas favelas, no tanto en plan delincuencial, se centraba en el baile y la sexualidad. Pero también exploraba la naturaleza oral y anónima que subsistía en muchos de los referentes locales; algunos de los cuales no tenían aún nada oficialmente publicado. Mientras tanto, la industria musical trataba de capitalizar esta potencia.

En el artículo se mencionaba al pasar algún que otro baile en algún que otro morro famoso. Después la nota cerraba en ese lugar impreciso de los “nuevos exponentes de la música” ahí nombraban a un tal Mc Pedro, Bad$ista, entre otrxs.

Brasil

El artículo vinculaba el ascenso del PT a cierta ¿reivindicación? de este “fenómeno” que como mínimo venía de setentas, como se muestra en Cidade de Deus. Igual, los años setentas como mito de origen del funky y el PT me simpatizaban.

Nunca imaginé São Paulo, menos viajar ahí. Fui al Brasil de Lula. Estuve en el Brasil de Lula, el más feliz. Fui a darme de cara con otro, con todo. Los tres primeros días gasté lo que llevé para tres semanas. Pasada navidad estaba ahí tratando de entender la extensión del espacio. La nueva visión y el ritmo. Sentía tela en los ojos. Veía ojos. Telas por millones. Ojos por millones. Un yo siendo tocado por ojos. Oficinistas paulistas que bebían y mostraban sus bellezas, sus dientes riendo y fazendo preguntas. Cantinas con samba. Pandeiros brillantes. Infinita skol. Y ahí no estaba el funky que nos daba miedo y nos encantaba. La lluvia infinita, la merma de reais en el bolsillo y Botafogo vinieron después.

Viaduto Santa Efigênia

Moral cristiana y escándalo

Los productores escamoteaban el funky con otros géneros, le habían encontrado la vuelta para volverlo casi un ritmo constante en muchos medios de comunicación. Así mezclaban funky con electrónica, con dubstep, con samplers tradicionales, hip hop y qué se yo.
El PT y O Globo no se llevaban bien. Pero lo que más molestaba del funky era cómo sexualizaba la vida ya sexualizada, ocultada en esa herencia negra y el sensualismo indígena negado por la cultura oficial. Así, poner en primer plano el cuerpo era un escándalo para muchos y los que estábamos ahí bancábamos aquel escándalo. Porque era cualquier cuerpo y poner cuerpo a cualquier cosa.

Había que cargarlo de sentimiento o de droga: daba igual. Como si estuviera vacío había que llenarlo.
Todos los agujeros que tiene el cuerpo /nos conectaban/ nos conectan al mundo de ese entonces. Bonde de rolé tenía “uma musica muito legal que ouvimos” que hablaba de tomar de todo y la querían prohibir. Nos parecía una locura. Pero la moral cristiana estaba ahí, a la caza de alguno. Marcando la línea, la corrección política y las buenas costumbres. Replicándose, volviéndose millones por la voz de los comunicadores da Tv.

También el funky mostraba el revés de un violencia que venía de larga data: la desigualdad (Y Lula estaba brigando contra isso) y además se permitía bailarla.
Un chico negro en un parque le hizo un gesto a polícia filho da puta y le molieron el cuerpo a palos. Después nos reímos de un Pastor evangélico demasiado fanático.
Ahora esos mismos le están ahí peinando las cejas de Bolsonaro…

Este sábado toca BadSista, aquella que aparecía hace casi 10 años en un artículo. Aquella que escuchamos porque era estar en onda, y la escuchábamos cuando ella ni por asomo mostraba todas sus armas como dj. Toca y van a ir muchxs a verla. Toca y gira por el mundo. Toca en HiedraH y mis amigxs seguro van a sudar a ese sótano de Cocoliche, van a ir a ponerle el cuerpo a cualquier cosa y me van a contar todo lo que a veces me pierdo.

Por Diazckovic

  • Foto principal: Tapa del primer disco de BadSista