Gulash! – El Cuarto
Hay discos que son un compilado de canciones y eso está bien, y hay discos cuyos eslabones en conjunto forman una obra más grande más allá de que la belleza y grandilocuencia con la que ya cuentan sus piezas por separado. Esta última clase de discos proponen un viaje definido desde que comienzan hasta que termina el último track.
No necesariamente el viaje debe ir guiado por una historia precisa, sino que también, la congruencia de este viaje puede aparecerse ante nosotros de manera repentina sin dar muchas explicaciones o, directamente, sin premisa alguna. Su presencia se hace notar en la escucha. Nos induce durante media hora, más o menos, a un estado mucho más sensible del que veníamos, mostrándonos algo que desconocíamos.
Un álbum, desde su propuesta sonora, nos puede llevar por caminos que desconocen una linealidad sobria u ortodoxa, pero cuyos sonidos contienen una familiaridad tan fuerte entre sí que logran efectivamente formar parte de un mismo conjunto.
“El cuarto” inicia su viaje subiendo la escalera que conduce a la habitación donde sucede la magia. Es una magia un tanto inefable, pero que logra manifestarse elocuentemente a través de las mañas propias del lenguaje musical que, por suerte, maneja tiempos y maneras diferentes al lenguaje verbal, a los que (dicho sea de paso) parecen escaparles un poco en las letras, donde explotan la belleza de las palabras por sí mismas para poder largar todo aquello que tienen para decir. Este disco tiene como materia prima la jovialidad propia de aquellos que encuentran como algo natural el acto de jugar, pero a su vez, termina estando compuesto por muchísimos colores que, durante el transcurso del disco se reflejan como un rasgo fuerte de toda la obra. Esta diversidad de colores, se alimenta de la esquizofrenia, la tristeza profunda, la aventura y la incertidumbre.
Es un álbum anímico y allí sucede de todo. Muchos estados de ánimo unidos por el lazo de un mismo espíritu. Es un disco atípico para la época. Supieron tan bien lo que significa jugar que logra desconcertar tal naturaleza; es la época, de eso soy consciente. Pero, más allá del contexto, se puede decir que fruto de una entrega emocional muy grande, hoy, tenemos ante nosotros un disco enorme.
Por Matías Nicolás