Indie Rock

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  • Gulash! – El Cuarto

    Hay discos que son un compilado de canciones y eso está bien, y hay discos cuyos eslabones en conjunto forman una obra más grande más allá de que la belleza y grandilocuencia con la que ya cuentan sus piezas por separado. Esta última clase de discos proponen un viaje definido desde que comienzan hasta que termina el último track.
    No necesariamente el viaje debe ir guiado por una historia precisa, sino que también, la congruencia de este viaje puede aparecerse ante nosotros de manera repentina sin dar muchas explicaciones o, directamente, sin premisa alguna. Su presencia se hace notar en la escucha. Nos induce durante media hora, más o menos, a un estado mucho más sensible del que veníamos, mostrándonos algo que desconocíamos.
    Un álbum, desde su propuesta sonora, nos puede llevar por caminos que desconocen una linealidad sobria u ortodoxa, pero cuyos sonidos contienen una familiaridad tan fuerte entre sí que logran efectivamente formar parte de un mismo conjunto.
    “El cuarto” inicia su viaje subiendo la escalera que conduce a la habitación donde sucede la magia. Es una magia un tanto inefable, pero que logra manifestarse elocuentemente a través de las mañas propias del lenguaje musical que, por suerte, maneja tiempos y maneras diferentes al lenguaje verbal, a los que (dicho sea de paso) parecen escaparles un poco en las letras, donde explotan la belleza de las palabras por sí mismas para poder largar todo aquello que tienen para decir. Este disco tiene como materia prima la jovialidad propia de aquellos que encuentran como algo natural el acto de jugar, pero a su vez, termina estando compuesto por muchísimos colores que, durante el transcurso del disco se reflejan como un rasgo fuerte de toda la obra. Esta diversidad de colores, se alimenta de la esquizofrenia, la tristeza profunda, la aventura y la incertidumbre.
    Es un álbum anímico y allí sucede de todo. Muchos estados de ánimo unidos por el lazo de un mismo espíritu. Es un disco atípico para la época. Supieron tan bien lo que significa jugar que logra desconcertar tal naturaleza; es la época, de eso soy consciente. Pero, más allá del contexto, se puede decir que fruto de una entrega emocional muy grande, hoy, tenemos ante nosotros un disco enorme.
    Por Matías Nicolás

  • Gulash! – El Fuego

    Compartimos El fuego, reciente disco de Gulash y punto final para la banda que, luego de algunos años, decide cerrar la puerta definitivamente.
    El fuego son un puñado de canciones definitivas porque después de El cuarto, su predecesor, había que revalidar la solidez y naturalmente fue así, con la diferencia que en este disco, el cuarteto exhibe de manera ejemplar en ocho piezas referencias musicales que pueblan sus cabezas, referencias clásicas con una soltura que asombra. Canciones de pop depresivo, psicodelia y la inquietud manifiesta por hacer temas con un beat que hacen mover el cuerpo son parte de un terreno ganado.
    El fuego tiene voces desencajadas entre tristes y dulces; y un trabajo de coros que se cruzan como fantasmas del dolor y la melancolía.
    Desde lo discursivo (porque quien hace canciones tiene que decir), las letras que van del desamor-deseo pasando por el guiño literirio, al desengaño integrándose muy bien a la música propuesta y, quizás el rasgo más interesante en algunas de ellas sea la dimensión política que por momentos rondan, y parece reforzarse esta alusión en el contexto argentino del 2017.
    A quienes pudimos verlos en vivo, sabemos de su presencia escénica y la potencia de su repertorio, como también de lo bueno que era bailar despreocupados al ritmo de su música.
    Sea lo que sea la nada ahora es un poco distinta pero también creemos que es un poco más bella.

    Por Quinito

  • Gulash! – Las Flores

    Sin dudas para cualquier amante de Gulash! Las flores es el disco que te hace sonreír. Ni bien empieza la batería y los teclados del tema que abre el disco “En capilla” vas a darte cuenta de esto. El disco más bailable y energético de la banda. Podría definir el género como “Pop rock con risas”. Fundada por Mauro Livtak y Natacha Mansilla en 2012, ellos me enternecieron el corazón desde la primera vez que los vi (si mal no recuerdo su show debut) en Casa Dasein en 2013. Tengo solo dos o tres imágenes de ese día pero voy a tratar de relacionar una con la otra para crear mi película. Recuerdo verlos a los dos sentados, frente a 15 o 20 personas, con un nerviosismo que se olía pero no restaba, transmitía simpleza y ternura. Iban a presentar temas de sus dos primeros discos. Mi otro fuerte recuerdo fue cuando tocaron el tema “Copos” y ahí fue cuando me enamore de ellos. Gracias a la tecnología ese momento quedó registrado y más abajo lo podes escuchar.
    Las flores es el 3er disco de la banda, el primero en el que formalizaron el formato banda agregando a Sheuen de Biase en bajo y a Estanislao Aquilino en batería, Dos pilares importantes para cerrar el sonido de Las Flores. Vi a la banda con esta formación unas 3 o 4 veces, incluso tocaron parte de El cuarto de mi casa familiar, en un cumpleaños mío. Es llamativo que todas sus canciones tengan un sonido similar y a la vez transmitan pensamientos diferentes. Las letras con un sentido muy particular dejan al oyente imaginar el significado que quieran acorde a su situación personal. La voz de estas dos personitas me llega mucho y nunca me cansa, logran pasar esa energía suya interna al oído de quien la escuche, esto lo digo sobre todo en temas como “Come legos” “Groove” o “Llorica”.
    El disco es dulce y low fi y se ubica cerca de la psiocodelia.
    Por Iván Klomp

  • Los Objetos Inanimados – Disco escapista

    Es difícil hablar de una acequia sin agua y el mito de las caídas y muertes accidentadas en esos vados, o el verde de los árboles y la simetría de la segunda sección, del humo y la niebla, de los lomos, pizzas y choris, del fernelo, de Las Heras y un montículo de ropa quemándose en una plaza, de Cacheuta, de fiestas en casas particulares y peluquerías, el desierto y el vino. Mendoza: taciturna. Para mí Disco Escapista está cruzado por estas imágenes capturadas en dos semanas de viaje, de ver/participar de ensayos con los Objetos y de un par de recitales suyos al tiempo que íbamos de un lado a otro en autos escuchando música.

    Disco escapista es un obrita de guitarras, baterías y mucho olor a casa y nicotina, construido pacientemente por Crisman Chavarri en habitaciones donde resuenan oleadas de guitarras noiseras y bajadas pop que chocan con su voz arrugada. Chavarri es tímido frontman que, al igual que Luis, le esquivó al destino bonaerense y fue a parar a Cuyo. Supo decirme “acá no usamos delay” y revisen si en Disco hay algún delay. Nunca se termina de apreciar la soltura con la que tocan, siempre los brillos tapan esos yeites de la suave batería de Meloni (humorista; hoy por hoy un hombre de la comunicación con quien seguimos de viaje a Valpo). Los brillos hacen juego con los picos de la voz, los platos se reservan para entradas precisas.

    Escribir sobre un disco cuando se entremezcla con la experiencia vivida es algo difícil, que intenta recuperar un tiempo de felicidad mientras nos fugamos hacia adelante por un declive.

    Nota: Mendoza tiene un régimen de lluvias muy bajo. Antes del viaje, busqué en google este tipo de datos y lo comparé con otras regiones del mundo, hay algo parecido en México y su borde superior con USA. No es casual que de esta sequedad y polvo de los Andes, hayan sacado un western alternativo tan bello como Marcha lenta.

    Por Joaquín Diazckovic

  • Zé Corto – Ídem

    A contrapelo de las convenciones que rondan el género canción, el debut de Zé Corto es el contrasentido necesario para afirmarse y hacer pie lejos de esta zona. Los Zé Corto son grandes oyentes de canciones y por eso son los primeros herejes de esta tradición. El primer rasgo visible de su propuesta es la brevedad (el tema más extenso alcanza 1:35min) pero lejos de ser minimalistas (lo esperable en temas tan cortos es la linealiad), apuestan a lo contrario, eligen ser casi barrocos, es decir cada 20 segundos, a veces menos, cambian la tónica del tema, sumando elementos vocales, percusivos o simplemente cambiando el ritmo ofreciendo mucha información en tan poco tiempo. Como consecuencia, al oyente no le queda más remedio que la reescucha para procesar estas pequeñas vueltas y enganches vertiginosos. En una época donde picar los temas se impone: primer gancho.
    La instrumentación del quinteto es por demás básica, aunque quizás el rasgo más interesante sea su economía. A lo largo del disco cada quien sabe cuándo entrar y salir con su arreglo o sumarse para impactar. Estas presencias, entradas y salidas, en vez de estar acentuadas o solapadas se realzan por medio de una mezcla áspera y fría, bien de la escuela postpunk, que no hace más que remarcar cada elemento sobre los silencios, desligando determinados instrumentos (check las voces en Aloe Vera).
    La variedad de voces parece ridícula y es el elemento más complejo para el oyente. Son un exceso y una cargada: infantiles, impostadas, sinceras, burlonas, corales o como simples gritos se pasean en todo momento cantando letras por demás irónicas. Los Ze Corto son también cantantes marginales que no tienen el peso de ningún gran cantante sobre sus espaldas ¿o acaso cuántos grandes cantantes ha dejado el indie-rock?
    El disco es una verdadera aventura de guitarras certeras, rifferas, bajos oportunos, batas grooveras y un teclado cómico, pero también es el mejor capricho (esperamos más) del niño terrible de oeste. Nos pone muy contentos y orgullosos haberlos visto en vivo, crecer y compartir este lanzamiento.
    Celebramos su música, que lo disfruten.
    Por Diazckovic